Parte II - Los orígenes de la Venerable Orden Tercera de San Francisco: El Beato Luquesio


Algún tiempo después, el Santo se hallaba en la ciudad imperial de Poggibonzi, sobre el camino de Florencia a Siena. En esta ciudad vivía un hombre llamado Luquesio quien, poco antes de la visita de Francisco, se había convertido a una vida mejor; renunció al lujo y a las prácticas comerciales fraudulentas, para vender la mayor parte de sus bienes y distribuir generosamente su producto a los pobres. El también se presentó al predicador en demanda de una regla de vida. Leyendo en su corazón, como Cristo en el del joven del Evangelio (Mt 19, 16 y ss), descubrió su sincero deseo de perfección y lo aceptó como hijo espiritual.

Prescribiéndole el traje que de allí en adelante sería el hábito de los terciarios; un sayal de color ceniza, modesto en sus medidas, y una simple cuerda. La Crónica que nos ha conservado estos detalles, añade que el Pobrecillo le enseñó “algunas oraciones de viva voz” (Wadding, Annales Minorum, al año 1221, XIII)

Francisco dio él mismo el hábito a Luquesio Modestini –la tradición lo venera como el primer terciario- y a numerosos fieles de la ciudad y lugares vecinos del valle de Elsa. La historia recuerda algunos nombres: Bonadonna, esposa de Luquesio, convertida a instancias de su marido; Bruno de Colle y su mujer; su pariente Pedro de Colle. Así se completó la Orden de Penitencia, el año de gracia de 1221.

Pero debía hacerse sentir la necesidad de poseer una regla escrita para la buena marcha de estas fraternidades nacientes. El Santo mismo cayó en la cuenta de que sus consejos y exhortaciones eran provisorias, poco apropiadas para el gobierno de una obra llamada a sobrevivirle.

Al separarse de estos cristianos que había atraído y, posteriormente comprometido a profesar la vida de la perfección, compuso una “carta a los fieles”; en donde trazaba algunas prácticas de la vida religiosa, según el Santo Evangelio.

¿Débese ver en este escrito “el preámbulo y principio” de la regla de la Tercera Orden? (Cf P. Fr. De Amberes O.M. Cap. La Tercera Orden de San Francisco de Asís).

Sea de ello lo que fuere es verdad que esa epístola resultaba aún insuficiente para quienes aspiraban a una existencia cristiana más ferviente y de mayor unión con Cristo Jesús, en la fraternidad común de sus oraciones y de sus actividades.
2:22:00 p.m.

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