Serie Año de la Fe, Ficha 46:Que procede del Padre y del Hijo
Es
como una cuerda con tres nudos; como un trébol de tres hojas; como la forma
geométrica de un triángulo. Con estas y otras comparaciones, los teólogos de
todos los tiempos han intentado ayudarnos a comprender cómo es la Santísima
Trinidad, un solo Dios en tres Divinas Personas. Pero no han tenido gran éxito,
se han quedado siempre cortos, arañando apenas la superficie, vislumbrando
desde fuera una realidad que no logran penetrar.
Cabe
recordar aquí esa anécdota sobre san Agustín que cuenta que un día caminaba por
la playa meditando acerca de la Santísima Trinidad, tratando de comprenderla,
cuando se topó con un niño que había hecho un hoyito en la arena y con una
conchita echaba allí agua de mar. San Agustín le preguntó qué hacía y el niño
le dijo que metía el mar en ese agujero. El santo se rió y le dijo al
chamaquito que la inmensidad del mar no podía caber en algo tan pequeñito.
Entonces el niño le replicó que tampoco podía pretender que el misterio de la
Santísima Trinidad cupiera en la mente limitada de un hombre. ¡Zas! San Agustín
comprendió que Dios había puesto a ese niño en su camino para darle una lección
de humildad y hacerle ver que para un ser humano es imposible entender
cabalmente ese misterio (que se llama ‘misterio’ no en el sentido que se usa en
las novelas de suspenso; sino en un sentido religioso, que se refiere a una
realidad divina que nos ha sido revelada, y que está más allá de lo que la
mente limitada del ser humano puede captar o comprender).
Ahora
bien, el que no podamos captar plenamente dicho misterio no impide que
intentemos comprenderlo hasta donde nos sea posible, y para ello puede
ayudarnos una explicación muy clara y sencilla que ofrece el teólogo Peter
Kreeft en su libro ‘Fundamentos de la fe’.
Dice
que todos estamos de acuerdo en que Dios es amor, tal como lo afirma la Biblia
(ver 1Jn 4, 7-12). Y si es verdad, como lo es, que Dios es amor, entendido como
el amor que es donación total de sí mismo, entonces Dios tiene que ser,
necesariamente, Trinidad. ¿Por qué? Porque si Dios fuera una sola Persona, sólo
podría amarse a Sí mismo, Su amor sería egoísta. Si Dios fuera sólo dos
Personas, Su amor se limitaría a ser mutuo. Pero como Dios es tres Personas,
entonces el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y el Espíritu Santo es el
amor que procede de ambos, desde toda la eternidad y para toda la eternidad.
Podemos
afirmar que Dios es amor porque Dios es Trinidad, es comunidad de amor, amor
dinámico, amor que se proyecta, que se comunica desde siempre y para siempre.
Dice
Jesús: “Como el Padre me ama, así los amo Yo, permanezcan en Mi amor” (Jn 15,
9-11), y dice san Juan: “En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en
nosotros: en que nos ha dado de Su Espíritu” (1Jn 4, 12).
Cuando
en el Credo afirmamos que el Espíritu Santo “procede del Padre y del Hijo”,
reconocemos Su divinidad, reconocemos que es la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, y reconocemos que nos comunica el amor del Padre y del Hijo.
Esta
frase del Credo nos ayuda a tener presente que para nosotros, creados a imagen
y semejanza de un Dios que es Trinitario, lo fundamental en nuestra vida es
asemejarnos a Él en el amor, entrar en Su dinámica amorosa, relacionarnos con
los demás amorosamente, recibir el amor de Dios y compartirlo, comunicarlo.
Para
profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica, # 243. 246.
253-255. 260.
(Continuará...
‘El Credo desglosado en el Año de la fe’)
La
próxima semana: ‘Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria’
¡No
te lo pierdas!
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.512921915448055.1073742
Es
como una cuerda con tres nudos; como un trébol de tres hojas; como la forma
geométrica de un triángulo. Con estas y otras comparaciones, los teólogos de
todos los tiempos han intentado ayudarnos a comprender cómo es la Santísima
Trinidad, un solo Dios en tres Divinas Personas. Pero no han tenido gran éxito,
se han quedado siempre cortos, arañando apenas la superficie, vislumbrando
desde fuera una realidad que no logran penetrar.
Cabe
recordar aquí esa anécdota sobre san Agustín que cuenta que un día caminaba por
la playa meditando acerca de la Santísima Trinidad, tratando de comprenderla,
cuando se topó con un niño que había hecho un hoyito en la arena y con una
conchita echaba allí agua de mar. San Agustín le preguntó qué hacía y el niño
le dijo que metía el mar en ese agujero. El santo se rió y le dijo al
chamaquito que la inmensidad del mar no podía caber en algo tan pequeñito.
Entonces el niño le replicó que tampoco podía pretender que el misterio de la
Santísima Trinidad cupiera en la mente limitada de un hombre. ¡Zas! San Agustín
comprendió que Dios había puesto a ese niño en su camino para darle una lección
de humildad y hacerle ver que para un ser humano es imposible entender
cabalmente ese misterio (que se llama ‘misterio’ no en el sentido que se usa en
las novelas de suspenso; sino en un sentido religioso, que se refiere a una
realidad divina que nos ha sido revelada, y que está más allá de lo que la
mente limitada del ser humano puede captar o comprender).
Ahora
bien, el que no podamos captar plenamente dicho misterio no impide que
intentemos comprenderlo hasta donde nos sea posible, y para ello puede
ayudarnos una explicación muy clara y sencilla que ofrece el teólogo Peter
Kreeft en su libro ‘Fundamentos de la fe’.
Dice
que todos estamos de acuerdo en que Dios es amor, tal como lo afirma la Biblia
(ver 1Jn 4, 7-12). Y si es verdad, como lo es, que Dios es amor, entendido como
el amor que es donación total de sí mismo, entonces Dios tiene que ser,
necesariamente, Trinidad. ¿Por qué? Porque si Dios fuera una sola Persona, sólo
podría amarse a Sí mismo, Su amor sería egoísta. Si Dios fuera sólo dos
Personas, Su amor se limitaría a ser mutuo. Pero como Dios es tres Personas,
entonces el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y el Espíritu Santo es el
amor que procede de ambos, desde toda la eternidad y para toda la eternidad.
Podemos
afirmar que Dios es amor porque Dios es Trinidad, es comunidad de amor, amor
dinámico, amor que se proyecta, que se comunica desde siempre y para siempre.
Dice
Jesús: “Como el Padre me ama, así los amo Yo, permanezcan en Mi amor” (Jn 15,
9-11), y dice san Juan: “En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en
nosotros: en que nos ha dado de Su Espíritu” (1Jn 4, 12).
Cuando
en el Credo afirmamos que el Espíritu Santo “procede del Padre y del Hijo”,
reconocemos Su divinidad, reconocemos que es la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, y reconocemos que nos comunica el amor del Padre y del Hijo.
Esta
frase del Credo nos ayuda a tener presente que para nosotros, creados a imagen
y semejanza de un Dios que es Trinitario, lo fundamental en nuestra vida es
asemejarnos a Él en el amor, entrar en Su dinámica amorosa, relacionarnos con
los demás amorosamente, recibir el amor de Dios y compartirlo, comunicarlo.
Para
profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica, # 243. 246.
253-255. 260.
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gloria’
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