¿Solidaridad o emotividad?

30/08/2015 - Areópago

¿Solidaridad o emotividad?

El emotivismo pone su centro en el yo, mientras que la solidaridad, si es digna de este nombre, lo pone en el tú

Grupo Areópago

Hay reacciones colectivas ilegítimas cuya desproporción ética pasa desapercibida porque el ambiente social se ha degradado moralmente. Y no hay mayor degradación moral que aquella en la que dejamos de sentir empatía por otros seres humanos, cuando sentimos como ajena la situación de otra persona. Esto solo es posible si nuestra condición humana es anestesiada. Nuestra sociedad está pues anestesiada cuando deja de tratar como noticiable la mayor de las tragedias evitables de la humanidad: la muerte de hambre de millones de personas cada año. Y si volvemos la mirada a nuestro país, nuestra sociedad está anestesiada cuando ante una crisis económica se anteponen los derechos y privilegios de los que trabajan dejando a un lado la suerte de los que están en paro.

De nuevo la raíz del problema está en que no ponemos el centro de atención en el otro, sino en el propio interés: el yo por encima del tú; mis derechos por encima de mis deberes. Esto explica por qué surgen reacciones de “solidaridad” hacia animales que despiertan la emotividad: hace algo más de un año el perro Excálibur o hace semanas el león Cecil. Y es que el emotivismo pone su centro en el yo, mientras que la solidaridad, si es digna de este nombre, lo pone en el tú.

Por esto mismo buena parte de la sociedad española ha perdido el sentido auténtico de la solidaridad: se ha obsesionado neuróticamente sobre derechos que más parecen privilegios caprichosos que condiciones de dignidad. Algo parecido sucede también con el problema del aborto: la mirada de una madre que es capaz de percibir con estupor agradecido el misterio de la vida queda truncada cuando hace una contorsión para centrarse en sus propias necesidades. Una vez más es necesaria la anestesia para no mirar al niño que se pretende eliminar; y por eso se tiene pánico para mostrar a la madre la ecografía, no digamos para explicarla cómo va a morir ese niño. Pese a todo, la desesperación de una madre nunca podrá justificar el asesinato de un niño.

Este trance no es posible sin anestesia... La misma que utilizará un ciudadano acomodado –aunque se considere provida, de derechas o de izquierdas– para desentenderse de los problemas de los que no tienen trabajo o pasan necesidad.

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