El Papa visita la Universidad de Tre

(Aica) El pontífice fue recibido por el rector de la Universidad, el arquitecto Mario Panizza, y saludado por profesores y alumnos, que estrechaban sus manos y hasta se sacaban «selfies» con él.

El voluntariado y la solidaridad al servicio de los más necesitados, la no violencia como estilo de vida y de política, la escandalosa contradicción de lo que se derrocha en los armamentos en lugar de erradicar el hambre en el mundo; las urgencias sociales y la pobreza, sin olvidar a los emigrantes y la cultura del encuentro, fueron algunos de los temas destacados por el Papa en su discurso escrito.

Sin embargo, Francisco improvisó respuestas ante las preguntas que le formularon cuatro estudiantes, entre ellos una joven que formaba parte de los refugiados sirios que el Papa llevó en su avión desde la isla griega de Lesbos, y que le interrogó sobre el «miedo» hacia los migrantes.

«¿Cuántas invasiones ha tenido Europa? Europa ha sido construida por las invasiones y las oleadas migratorias. Ha sido construida artesanalmente. Las migraciones no son un peligro sino un desafío para crecer. Y lo dice uno que viene de un país donde más del 80% son inmigrantes», subrayó.

El Papa recordó que estos inmigrantes «huyen de las guerras y del hambre» y lamentó que muchas de estas situaciones se hayan creado porque «los potentes los explotan».

«El Mediterráneo se ha convertido en un cementerio», advirtió refiriéndose a las barcazas de inmigrantes que llegan a Europa en busca de una vida mejor, y agregó: «Nuestro mar, el Mare Nostrum, es un cementerio, lo tenemos que repetir cada día como una oración».

Francisco lamentó que «el tono del lenguaje ha subido mucho. Hoy, se grita y se insulta con total normalidad. Hay violencia verbal y en la forma de expresarse. Es una realidad que todos vemos».

«La violencia es un proceso que nos hace cada vez más anónimos. Nos quita el nombre. Y nuestras relaciones son sin nombre. Y te saludo como si fueses una cosa. Esta violencia crece y se torna en violencia mundial», aseveró, y añadió: «Nadie puede negar hoy que estamos en guerra. Esta es una tercera guerra mundial a pedazos, pero una guerra».

Tras pedir que se «baje el tono un poco y hablar menos y escuchar más», afirmó que «la primera medicina contra la violencia es el corazón, que, antes de discutir, dialoga».

«El diálogo avecina a las personas y a los corazones, y con diálogo se hace la amistad social», sostuvo.

El Papa cuestionó que «en la sociedad mundial, la política se baja tanto que se pierde el sentido de la construcción social, que se hace con el diálogo», e insistió en advertir que «donde no hay diálogo, hay violencia».

«Es verdad que estamos en guerra. Las guerras comienzan en nuestro corazón. Cuando no soy capaz de abrirme a los demás, de dialogar con los demás, comienza la guerra», planteó.

«Cuando no hay diálogo en casa. Cuando, en vez de hablar, se grita o, cuando estamos en la mesa y, en vez de hablar, se usan los teléfonos. Es el inicio de la guerra, porque no hay diálogo», graficó.

En otro momento de su intervención, el Papa hizo un llamado a la unidad que «se hace con la diversidad», porque, alertó, «vivimos una época de globalización. El error es pensar la globalización como si fuese un balón o una esfera, donde no hay diferencias, todo es uniforme».

«Esta uniformidad es la destrucción de la unidad, porque te quita la capacidad de ser diferente. Unidad en las diferencias. Por eso, me gusta hablar del poliedro. Hay una globalización poliédrica. Una unidad, pero conservando las identidades propias», sostuvo.

Al referirse a la situación de Europa, Francisco alertó sobre una «economía líquida, que produce desocupación», y se preguntó: «¿Cómo se puede pensar que países desarrollados tengan una desocupación juvenil tan fuerte?».

«Hay países con una desocupación juvenil del 40% en algunos países de Europa; en otros, 50 y en otros casi llegan al 60%», detalló y afirmó: «Esto termina con la cultura del trabajo‘.

Francisco destacó que la Universidad también puede ser un lugar en el que se elabora la cultura del encuentro y de la acogida de personas de diversas tradiciones culturales y religiosas.

«Entrego al rector el discurso, que había preparado. Gracias. Universidad: Diálogo en la diferencias. Y muchas gracias», concluyó.

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