Texto del mensaje que el Papa no pronunció en la vigilia de la JMJ de la Diócesis de Roma

(ZENIT – Roma, 8 Abr. 2017).- Una vigilia de oración para preparar la 32º Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano, se ha realizado esta tarde en la basílica romana de Santa María La Mayor, con la presencia del papa Francisco. El tema es “Grandes cosas ha hecho por mi el Omnipotente”.

La vigilia ha sido organizada por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, en colaboración con el Dicasterio de Laicos, Familia y Vida, con la Diócesis de Lazio. Las palabras del Santo Padre han sido presididas por lecturas, cantos y los testimonios de una monja y un joven.

A continuación el texto de las palabras que el papa Francisco había preparado pero que no pronunció, prefiriendo hablar improvisando.

Queridos jóvenes: Esta vigilia de oración es la primera ocasión que tienen de participar directamente en el camino de preparación para el próximo Sínodo de los Obispos y para la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, que se celebrará inmediatamente después de la Asamblea sinodal.

El Sínodo, como saben tiene como tema los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Como he escrito en la Carta a los Jóvenes que acompaña al Documento preparatorio del Sínodo, «he querido que sean ustedes el centro de atención porque les llevo en el corazón».

El Sínodo para el que nos estamos preparando es un camino que yo y mis hermanos Obispos queremos recorrer junto con vosotros, que sois sus protagonistas. Deseamos escuchar vuestra voz y conocer vuestras ideas, para que nos ayuden a estar al servicio de vuestra alegría (cf. 2 Co 1,24).

Ningún joven debe sentirse excluido; no podemos conformarnos con caminar sólo con los que forman parte de nuestra comunidad eclesial, dejando a los demás fuera de las puertas de la Iglesia. Todos los jóvenes tienen derecho a que se les acompañe en su búsqueda de sentido para responder al proyecto de Dios y encontrar su lugar en la vida.

A los jóvenes del mundo y sobre todo a vosotros, jóvenes de mi Diócesis de Roma y de las otras diócesis del Lazio, les confío la misión de implicar en este camino sinodal a vuestros amigos en las escuelas, en el mundo del trabajo, en los centros deportivos, en los lugares de ocio, de que los atraigan dando testimonio con vuestra vida de la belleza del Evangelio.

Saben que a veces los jóvenes, no pudiendo gestionar la soledad y el desasosiego interior, escogen la violencia para reafirmarse. Sean ustedes los primeros en reaccionar ante estos atropellos, mostrando lo bello que es vivir todos juntos. Estén cerca de los que se encuentran en dificultad.

Intégrenlos con vuestra amistad y caminen con ellos. El Evangelio que hemos escuchado nos presenta el viaje gozoso de María para ponerse al servicio de Isabel, que estaba encinta de Juan el Bautista.

En esta Basílica, que es la casa más antigua de la Virgen en la ciudad de Roma y en Occidente, es ella misma quien nos invita a salir de nosotros mismos para que cada uno pueda decir con plena conciencia: «Yo tengo una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

En esa perspectiva hemos de comprender el significado del discernimiento vocacional, que será central en el próximo Sínodo. No es suficiente preguntarse ‘¿quién soy yo?’, como a menudo propone la cultura dominante. Si nos quedamos en esa pregunta corremos el riesgo de permanecer encerrados en una visión narcisista, que nos impide realizarnos. Es necesario, por el contrario, orientar la cuestión de manera diferente y preguntarse: ‘¿Para quién soy yo?’.

En efecto, la felicidad está en nuestra entrega, siguiendo el ejemplo de Jesús, que ofrece su vida por la humanidad. Es lo que nos recuerda la Semana Santa que vamos a iniciar. Junto a la cruz encontraremos a María y al Discípulo amado, que nos acompañan en el camino hacia el Sínodo.

Precisamente en el Gólgota el discípulo ‘acogerá el profundo dolor de la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad de cuidar de ella’ (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Documento preparatorio). Precisamente él, junto con Pedro, será el primero en correr al sepulcro la mañana de Pascua, y después junto al lago de Tiberíades reconocerá al Resucitado, exclamando: «Es el Señor». Sabemos que la resurrección de Jesús no es un evento del pasado: su cruz se extiende hasta hoy y llega hasta nosotros, dándonos la capacidad y la fuerza para construir un mundo mejor.

Que la JMJ, que celebraremos mañana en todas las diócesis del mundo, refuerce vuestra fe en el Resucitado y el deseo de seguirlo con generosidad y entusiasmo. Así, en la cotidianidad de vuestras vidas, también en los momentos más difíciles, vencerán el desánimo, crecerán en la fuerza de la vida y darán esperanza a nuestro tiempo. Que María y Juan, dos jóvenes como ustedes, nos sostengan en este tiempo sinodal.

1:07:00 p.m.

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