Musulmanes filipinos protegen a sus compatriotas cristianos durante el asedio a Marawi

(ACN/InfoCatólica) A Farida, dueña de una tienda en la ciudad de Marawi, no lo quedó otra alternativa que permitir que los terroristas que irrumpieran en su negocio el pasado 24 de mayo y saquearan sus mercancías y productos. Sin embargo, cuando los hombres armados dirigieron su atención a sus trece empleados varones apretujados en un rincón de la tienda, Farida les miró a los ojos y les dijo en maranao: «Tendréis que matarme primero a mí antes de tocarlos a ellos». Los terroristas, casi todos adolescentes, percibieron la seriedad de la determinación de Farida y se contentaron con su botín.

Farida sabía que tenía que recurrir a una medida tan extrema para impedir cualquier interacción entre los terroristas y sus empleados, que son mayoritariamente inmigrantes cristianos de provincias cercanas que llevaban casi una década trabajando para ella. Si los atacantes hubieran hablado con ellos, habrían averiguado de inmediato que eran cristianos y se los habrían llevado secuestrados junto con sus familias.

Cuando los terroristas se fueron, Farida ordenó de inmediato a sus empleados que se ocultaran en la casa de un familiar. A continuación, se puso en contacto con un tío suyo para hacer posible la huida de sus empleados cristianos, a los que facilitó una barca para cruzar el lago Maranao y, desde allí, viajar seguros a la ciudad de Iligan. La historia de Farida fue publicada por uno de los periódicos de mayor distribución en Filipinas, el Philippine Daily Inquirer (PDI).

En su idioma, «maranao» significa pueblo del lago, pues la ciudad elevada de Marawi se encuentra a orillas del majestuoso y plácido lago Lánao. Los maranaos son el mayor de los trece grupos étnicos musulmanes de las Filipinas, y cada uno de estos grupos tiene una cultura, una tradición literaria y una lengua propias. Los maranaos son conocidos por su música, sus epopeyas y su producción textil, pero también por sus habilidades comerciales, habilidades que desde principios del siglo XX han contribuido al florecimiento de la ciudad de Marawi, convirtiéndola en un pujante centro de negocios.

Cristianos católicos de Filipinas en una celebración eucarística

Los maranaos, como hábiles comerciantes, pertenecen a los grupos musulmanes más acomodados de la Filipinas, y la ciudad de Marawi es uno de lospocos lugares del país donde los cristianos de provincias cercanas trabajan para patronos musulmanes. Algunos cristianos han decidido trasladarse a Marawi debido al buen trato que les dispensan los empleadores musulmanes como Farida, que permite que sus trabajadores vivan en el seno de sus familias.

En los últimos días, varios periódicos filipinos han informado sobre historias similares a la de Farida. Allí está, por ejemplo, la historia de Zaynab, un cooperante que acompañó personalmente a un grupo de veinte cristianos por una ruta alternativa durante quince horas de trayecto para evitar que se vieran bloqueados por los residentes que huían en el norte de Marawi. «Nunca pensé en el peligro que corría. Estaba preparado para morir antes de que los terroristas hicieran daño a los cristianos», cita el PDI a Zaynab.

Otro periódico, The Philippine Star, relata cómo un fiscal musulmán dio refugio a 42 cristianos en un edificio alto de su propiedad, facilitando posteriormente su huida en pequeños grupos. Y el mismo medio ha publicado un artículo sobre cómo siete cristianos de la Universidad del Estado de Mindanao se vieron atrapados durante días en sus dormitorios junto con otros tres musulmanes: durante todo el calvario, los musulmanes no cesaron de asegurarles a sus compañeros cristianos que, si los capturaban, ellos nunca los dejarían en la estacada.

El Obispo de Marawi, Mons. Edwin de la Peña, ha contado a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) cómo un alto dignatario musulmán orientó a la familia de su chófer personal y a sus acompañantes cristianos acerca de lo que debían decir en caso de ser abordados por los terroristas. Después, él mismo los acompañó hasta los autocares que los llevarían sanos y salvos a la ciudad de Iligan. «Lo considero un héroe por ocuparse de este grupo de cristianos y musulmanes que intentaban huir del peligro que los acechaba», ha señalado Mons. dela Peña ante ACN.

Estas historias son reflejo de la capacidad de compasión inherente a los maranaos musulmanes, pero también podrían reflejar la creciente solidaridad entre los musulmanes y la minoría cristiana en la ciudad de Marawi, fruto de los esfuerzos que hace la Iglesia Católica para involucrar a los musulmanes en un diálogo interreligioso. «[Las relaciones entre cristianos y musulmanes] eran hermosas. Nosotros promovíamos el diálogo interreligioso y contamos con muchos socios. La situación era buena hasta que emergió este extremismo, las luchas, la presencia de estos elementos extremistas de Oriente Próximo y la radicalización de los jóvenes».

El Daesh no cuenta con el apoyo de la población local

El Obispo de la Peña refuta decididamente el discurso de los terroristas, según el cual el Daesh (Estado Islámico) está obteniendo el apoyo de la población local. «[Los maranaos] están enfadados con estos grupos terroristas que vienen a perturbar el santo Ramadán. Por tanto, si estos grupos extremistas querían obtener el apoyo de la gente, lo cierto es que no pueden contar con él». Y añade: «De hecho, nos han hecho saber que también están en contra de la influencia de los elementos del Daesh en Marawi, pues saben exactamente las consecuencias que ello acarrea para la cultura de la gente y la forma de vida. La gente de Marawi siempre ha sido muy pacífica».

Incluso a pesar de que su catedral y su residencia hayan quedado reducidas a cenizas, en su llamamiento a la comunidad de Ayuda a la Iglesia Necesitada, Mons. de la Peña ha querido dar prioridad a las necesidades humanitarias de los evacuados, hacinados ahora en centros de acogida en Iligan.

«Ahora no estamos muy preocupados en relación con nuestras necesidades, pues estamos más bien centrados en hacer lo que podemos para dar respuesta a la crisis humanitaria existente actualmente en Iligan, donde hay tantos evacuados de Marawi que necesitan toda la ayuda que se les pueda ofrecer».

El Obispo también ha pedido que se diera a conocer a escala mundial la crisis actual: «Necesitamos dirigir la atención del mundo hacia lo que está ocurriendo en estos momentos en Marawi», ha dicho el Obispo.

En su llamamiento final, Mons. de la Peña señala: «También estamos trabajando con los hermanos musulmanes con los que hemos establecido un diálogo; esta es para nosotros una gran oportunidad de mostrar nuestra solidaridad y de dar respuesta a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente, en los refugios temporales de los evacuados. Esto es lo que estamos haciendo actualmente, y si hay algo que ustedes puedan hacer para ayudarnos, […] les estaríamos muy agradecidos».

Pese a la actual tragedia, la Iglesia Católica, junto con los maranaos musulmanes, está convencida de que Marawi renacerá de sus cenizas. Es de esperar que la futura metamorfosis de la ciudad enviará a las mentes pervertidas de los terroristas de Oriente Próximo un mensaje claro de que las llamas del odio y la guerra nunca abrasarán la solidaridad, ganada con tanto esfuerzo, entre los cristianos y los musulmanes filipinos, ni su sueño compartido de un Mindanao pacífico y avanzado.

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