El rastro mortal de las pseudoterapias en España

El medio digital español El Confidencial ha publicado un reportaje sobre los efectos letales de las pseudoterapias en algunos de sus seguidores, firmado por Rocío P. Benavente. En él recoge casos reales de afectados por estas propuestas. Por su interés, lo reproducimos a continuación.

Sin tratamiento por seguir la Nueva Medicina Germánica

María en realidad no se llama María, pero no quiere decir su nombre real porque eso puede meterla en un lío con su madre. La madre de María está enferma, “tiene un cáncer de mama y no quiere tratarse”, y eso ha convertido la relación entre ambas en algo delicado en lo que la preocupación por la salud de esta lo invade todo, aunque no se hable de ello casi nunca.

No tendría por qué ser así. El tumor que le diagnosticaron hace un par de años tiene por lo general un buen pronóstico si se trata adecuadamente y a tiempo. María no sabe si están a tiempo. María no sabe casi nada de la evolución de la enfermedad de su madre porque ésta decidió poner su suerte en manos de la Nueva Medicina Germánica (NMG), una pseudociencia creada por el alemán Ryke Geerd Hamer devenida auténtica secta.

La NMG predica que el origen del cáncer es siempre emocional: una mala experiencia, un conflicto sin resolver, algún tipo de desequilibrio del que podemos o no ser conscientes y del que el universo y la naturaleza nos ayudan a tomar conciencia y a afrontar gracias precisamente a la aparición de un tumor.

Por tanto, los tratamientos médicos son inútiles e incluso contraproducentes: ni operaciones, ni quimioterapia, ni medicamentos. El paciente debe tomar conciencia del problema, resolver sus conflictos, alejarse de todo y de todos los que le resulten ‘tóxicos’ y eso es lo que aliviará su enfermedad. Además, es importante que se lo crea absolutamente, puesto que un atisbo de escepticismo dará al traste con la supuesta curación.

“Música arcaica” como tratamiento

María cuenta que su madre prometió en el momento de su diagnóstico que se iba a quitar aquel inquietante bultito, “pero que antes quería probar otras cosas”. Durante meses dio a todos largas sobre su enfermedad, y mientras tanto comenzó a contactar por internet con distintas corrientes pseudocientíficas. Fue pasando de una a otra hasta caer en la NMG.

En ese momento, explica María, la situación se descontroló. Esta doctrina asegura que “los analgésicos y la quimio actúan como fijaciones permanentes y muy dramáticas del conflicto”, y que la forma de curarse es escuchar un CD de “música arcaica” (que no funciona en pacientes que lo compatibilicen con la quimioterapia) y alejarse de cualquier conflicto, así como de las personas que lo generan.

María cuenta que su madre ahora es otra persona, alguien que rehúye hablar de su enfermedad y que cuando lo hace, evita dar respuestas concretas. “Te dice que está bien, que va mejor, pero cuando le preguntas que cómo lo sabe, que qué pruebas se ha hecho y qué marcadores han mejorado, responde que ella lo sabe y con eso es suficiente”.

“Le han lavado el cerebro”

Además, “le han lavado el cerebro”. Uno de los pilares de esta pseudociencia consiste en apartar a los enfermos de cualquier persona que ellos consideran tóxica, lo que supone en la práctica alejarlos de cualquier comentario crítico que ponga en cuestión sus decisiones respecto a su enfermedad. En su lugar, suplen esas críticas con comentarios que reafirman al paciente, haciéndole sentir parte de un grupo privilegiado, con un saber especial, pero fuertemente identificados con el líder, para no disentir.

Es uno de los elementos comunes que muestran una serie de pseudociencias sectarias en alza en España: dan a sus adeptos unas claves simples de cómo funciona el mundo y cómo pueden controlarlo. Si resuelves tus problemas y evitas los conflictos, te librarás de morir a causa de un cáncer. “¿Quién no querría tener en su mano una solución tan buena para una enfermedad que da tanto miedo?”, explica Emilio Molina, miembro de RedUNE, una asociación de prevención y ayuda ante el abuso de debilidad y las derivas sectarias.

Su equipo ayuda a personas que han logrado salir de uno de estos grupos, así como a personas cuyos familiares son adeptos y buscan sacarles. Conoce bien los mecanismos de acción de grupos como la NMG y otros derivados de esta como la biodescodificación o bioneuroemoción (encabezadas por el español Enric Corbera), las constelaciones familiares, la medicina antroposófica y otras similares.

Hacer una clasificación no es sencilla, puesto que las diferencias no son muy evidentes y unos grupos cambian y se renombras con frecuencia, pero todos tienen en común explicaciones fantasiosas de la causa de las enfermedades y otros problemas, una exigencia de compromiso emocional por parte del paciente y un intento más o menos velado de manipulación de sus adeptos.

“Ahora las sectas están en internet”

Pero sus formas de actuación se parecen. “En algunos casos no puedes preguntar por qué te pasan las cosas, por ejemplo ‘¿por qué he tenido este accidente?’, sino para qué, lo cual ya muestra un mecanismo de control mental y del lenguaje. Además, así estás asumiendo que las causas son las que ellos te han dicho y eso no se debate”, explica Molina. No aceptan las críticas, y si se te ocurre contravenir al líder, todo el grupo que tan bien te había acogido se vuelve contra ti”.

Una figura paternal autoritaria de la que se busca aprobación, una presión de grupo que te acoge con calidez siempre que no te vuelvas contra sus principios y una explicación del mundo que te quita el miedo a la enfermedad son los tres pilares básicos de estas corrientes. “La gente piensa en las sectas como las comunas opacas de los años 60 y 70, pero ahora las sectas utilizan esos mismos principios a la vista de todos, gracias a internet”.

María está de acuerdo. “Lo peor que le pudo pasar a mi madre fue que le pusieran internet en casa”, concluye enfadada y agotada de buscar la forma de convencer a su madre para que se haga al menos una prueba poco invasiva que revele cómo de rápido ha avanzado su enfermedad y en qué estado se encuentra ahora mismo.

Un linfoma sin tratar

A Alberto, que tampoco se llama en realidad Alberto, también se le llevan los demonios cuando cuenta su historia. Porque Alberto tiene una hija de veintipocos años con un linfoma de Hodgkin y tampoco se quiere tratar. Cuando menciona el estado inicial de la enfermedad en el momento del diagnóstico y lo fácil y rápido (apenas unos meses) que habría sido tratarla, no puede evitar que se le eleve el tono de la voz.

Porque la hija de Alberto tampoco quiere tratarse. Lo que iba a ser una solución rápida se complicó cuando la bioneuroemoción se metió por medio. Esta corriente es en realidad una variación de la NMG que asegura que no sólo el cáncer, sino todo lo que nos pasa en nuestra vida, desde enfermedades a accidentes (o robos, o violaciones…) lo pone el universo en nuestro camino para llamar nuestra atención sobre conflictos que debemos resolver.

Y muchas veces, resolverlos significa alejarnos de nuestra familia o seres queridos, precisamente aquellos que insisten en la necesidad de ir al médico, de operarse, de tratarse… Alberto no da su nombre real porque acaba de retomar el contacto con su hija después de varios meses sin verla ni hablar con ella. Aceptó volver a verle y a hablar con él con la condición de que no se mencionase su linfoma. Alberto no sabe si se está tratando ni cuál es el avance de la enfermedad a día de hoy.

“O cambia de idea, o se me muere”

La bioneuroemoción, igual que otras corrientes parecidas, funcionan a través de cursos y sesiones por las que cobran cantidades que varían según si son en grupo, individuales o presenciales. Las llaman “acompañamientos” y, a diferencia de los materiales de la NMG, en ningún momento mencionan explícitamente el abandono de las terapias médicas. “Pero en ellas sí se insinúa que la medicina tradicional no es suficiente o que no va a la verdadera razón de lo que te pasa”, explica Molina. Si a eso se añade que no se refiere ya sólo a la salud sino a cualquier evento en la vida de sus adeptos, su efecto de control sobre ellos no deja de crecer.

De hecho, una de las bases de los tratamientos que recomienda la bioneuroemoción son las cuarentenas: periodos de cuarenta días (aunque pueden ser más largos), en los que el paciente debe aislarse totalmente de su familia y seres queridos para curarse al eliminar cualquier influencia problemática o tóxica. En esos periodos, solo otros miembros del grupo pueden acompañarle.

“Te aíslan de la realidad”. Alberto ve con esperanza la ventana de comunicación que se ha vuelto a abrir entre él y su hija, y espera que con el tiempo pueda convencerla para que se trate, aunque no sabe cuánto tiempo tiene. “He aprendido a vivir con la idea de que o mi hija cambia de opinión y se cura o se me muere”.

“No hay un solo perfil de víctima”

El problema, señala el psicólogo experto en sectas José Miguel Cuevas, es pensar que sólo un tipo concreto de personas puede caer en manos de una secta. “No es una cosa que le pase a gente ignorante o inculta. Hay distintos tipos de sectas que van a distintos tipos de gente: algunas buscan gente muy inteligente, otra a gente con posibilidades de influencia, otra a gente con problemas…”.

Además del miedo a la enfermedad, al sufrimiento que pueda conllevar, y a la muerte, el mayor factor de riesgo es la desinformación sobre el comportamiento típico de estos grupos, lo que dificulta que nos demos cuenta a tiempo de dónde nos estamos metiendo (nosotros o un familiar o amigo).

A esto hay que añadir que muchos grupos sectarios no se presentan ante nosotros con su verdadero carácter. Por eso, Cuevas considera esencial conocer algunos indicios que pueden, cuando entramos a formar parte en un grupo nuevo, darnos la voz de alerta de que lo que vemos no es todo lo que hay.

Cómo reconocer un grupo sectario

- ¿Quién financia esto? Una forma común en que estos grupos reclutan nuevos miembros es a través de actividades que nada tienen que ver con su verdadero interés: cursos de inglés, actividades universitarias, charlas y conferencias… Normalmente gratuitos o a precios muy económicos. “Todos sabemos que nadie regala nada. Si te encuentras con una oferta de este tipo, investiga quién está detrás”.

- Eres recibido con un bombardeo de amor. El término sale del inglés ‘lovebombing’ y, dicho de un grupo sectario, se refiere al intento de manipular a alguien recién llegado forzando su sentimiento de unidad y pertenencia frente a una sociedad que siempre será más hostil. “Acabas de llegar y ya te sientes muy apreciado y muy importante, hay mucho interés en ti, un interés que tu instinto te dice que parece muy forzado”.

- Cambios de matiz. Comenzaste yendo a una clase de inglés y de pronto te ofrecen apuntarte a otra cosa, con la misma gente, pero que no tiene nada que ver con esas clases, con un carácter más personal… Es el momento de empezar a desconfiar.

- Grupos con una jerarquía rígida. Los grupos sectarios se caracterizan por tener un líder indiscutible y una ‘cúpula’ a su alrededor. A medida que se unen más miembros, se van formando distintos niveles de acceso a esa cúpula y a su líder. “Además, siembre hay cierto grado de secretismo, hay cosas que no puedes saber hasta que no lleves cierto tiempo y hayas pasado ciertos ritos”.

- Sentimiento de deuda. Como mecanismo de coacción para que nadie a nadie se le ocurra sacar los pies del tiesto, los grupos sectarios ejercen la presión de los pares (los otros miembros te atacarán si criticas) y un sentimiento de deuda por lo que has aprendido y lo que han hecho por ti.

- Uso de términos rimbombantes. Cada grupo busca vender su versión del mundo, y a menudo lo hacen con palabras rimbombantes que probablemente nunca hayas oído antes y que incluso pueden estar patentadas por motivos comerciales. Desconfía de cualquier término que sirva para explicar el mundo y del que nadie más ha oído hablar.

- Críticas genéricas. A la medicina, al sistema sanitario, al sistema educativo, incluso a tu familia… Son críticas generales destinadas a aislarte de tu entorno habitual para asegurarse de que no estarás expuesto a otras ideas que no sean las suyas.

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