Francisco: “María nos trae una nueva alegría llena de significado”

“Trayendo a Jesús, María nos trae también una nueva alegría, llena de significado: una nueva capacidad de superar con fe los momentos más dolorosos y difíciles”, afirmó Francisco en el rezo del Angelus.

El Santo Padre habló de la alegría que anuncia la Virgen María, en el rezo del Angelus el pasado martes, 15 de agosto de 2017, de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en la Plaza de San Pedro, en presencia de 20.000 personas.

El Papa Francisco explicó que “trayendo a Jesús, María nos trae también una nueva alegría, llena de significado; que trae una nueva capacidad de superar con fe los momentos más dolorosos y difíciles; esto nos trae la capacidad de misericordia, de perdonarnos, de comprendernos, de sostenernos unos a otros”.

Asimismo, El Papa invitó a los presentes a reflexionar sobre la humildad: “El hombre humilde es poderoso porque es humilde: No porque es fuerte. Y esta es la grandeza del humilde y de la humildad. Les pediría que – y yo también – aunque no respondan en voz alta, todo el mundo se responda en el corazón: “¿Cómo está mi humildad?”.

Conflictos sociales

Después de la oración del Angelus, el Papa añadió: “María, Reina de la paz, que hoy contemplamos en la gloria celestial, te confiamos una vez más las angustias y dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo están sufriendo debido a los desastres naturales, disturbios o conflictos sociales. ¡Que nuestra Madre celestial nos de a todos consuelo y un futuro de serenidad y de concordia!”.

RDA

Texto completo

Antes del Angelus

Solemnidad de la Santísima Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret, que recibió el anuncio del Ángel, y parte de prisa para estar cerca de Isabel, en los últimos meses de su embarazo prodigioso. Viniendo de ella, María recoge de su boca las palabras que vinieron a formar la oración de “Ave María”, ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno’ (Lc 1:42). De hecho, el regalo más grande que María ofrece a Isabel – y al mundo – es Jesús, que ya vive en ella; y vive no sólo por la fe y por la espera, al igual que muchas mujeres del Antiguo Testamento: Jesús tomó de la Virgen la carne humana, para su misión de salvación.

En la casa de Isabel y su esposo Zacarías, donde antes reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora existe la alegría de un bebé en camino: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, el precursor del Mesías. Y cuando llega María, la alegría desbordante brota de los corazones, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo de significado: la vida, la familia, la salvación de la gente… Todo! Esta alegría completa se expresa con la voz de María en la hermosa oración que el Evangelio de Lucas ha transmitido a nosotros y que, desde la primera palabra latina, que se llama Magnificat.

Es un canto de alabanza a Dios, que hace cosas grandes a través de personas humildes, desconocidas para el mundo, como la misma María, como su esposo José, y también como el lugar donde viven, Nazaret. Las cosas grandes que Dios ha hecho con las personas humildes, las cosas grandes que el Señor hace en el mundo con los humildes, porque la humildad es como un espacio que deja sitio para Dios. El hombre humilde es poderoso porque es humilde: No porque es fuerte. Y esta es la grandeza del humilde y de la humildad. Les pediría que – y yo también – aunque no respondan en voz alta, cada uno se responda en el corazón: ¿Cómo está mi humildad?.

El Magníficat canta al Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los más pequeños y los pobres, con los que tienen fe en Él, que confían en su Palabra, como María. Esta es la exclamación de Isabel: “Bienaventurados los que han creído” (Lc 1,45). En esa casa, la venida de Jesús a través de María ha creado no solo un ambiente de alegría y de comunión fraterna, también un ambiente de fe que lleva a la esperanza, a la oración, a la alabanza.

Todo esto nos gustaría que sucediera hoy en día en nuestros hogares. Celebrando la fiesta de Santa María de la Asunción, nos gustaría que, una vez más, trajese a nosotros, a nuestras familias, a nuestras comunidades, ese don inmenso, la única gracia que hay que pedir siempre antes y por encima de las otras gracias que pedimos: ¡la gracia que es Jesucristo!

Trayendo a Jesús, María nos trae también una nueva alegría, llena de significado; que trae una nueva capacidad de superar con fe los momentos más dolorosos y difíciles; esto nos trae la capacidad de misericordia, de perdonarnos, de comprendernos, de sostenernos unos a otros.

María es un modelo de virtud y fe. Al contemplarla hoy en el Cielo, al final de su camino en la tierra, la agradecemos porque siempre nos precede en la peregrinación de la vida y de la fe – es la primera discípula. Y le pedimos que nos custodie y nos sostenga; que podamos tener una fe fuerte, alegre y misericordiosa; que nos ayude a ser santos, para encontrarnos con Ella, un día, en el Paraíso.

Después del Angelus:

Queridos hermanos y hermanas,

María, Reina de la paz, que hoy contemplamos en la gloria celestial, te confiamos una vez más las angustias y dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo están sufriendo debido a los desastres naturales, tensiones sociales o conflictos. ¡Que nuestra Madre celestial nos de a todos consuelo y un futuro de serenidad y de concordia!

Os saludo a todos, ¡romanos y peregrinos procedentes de diferentes países! En particular, saludo a los jóvenes de Mira (Venecia) y la Asociación de Don Bosco de Noci. E incluso saludo… Veo banderas españolas y polacas. ¡Feliz fiesta!

Les agradezco que hayan venido; les deseo una feliz fiesta de la Virgen de la Asunción, y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buena comida y adiós!

© Traduction de ZENIT, Rosa Die Alcolea

1:00:00 p.m.

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