Hoy es la festividad de María Reina

(ZENIT – Roma, Ag. 2017).- Hoy 22 de agosto la Iglesia recuerda la festividad de la Realeza de la bienaventurada Virgen María, o María Reina. Antes de la reforma litúrgica la festividad de la Realeza de María estaba colocada el 31 de mayo, coronando así el mes de María. La reforma trasladó la fiesta de la Realeza de María a la octava de la Asunción.

María en la plenitud de su ser es vista por la piedad popular, por la reflexión teológica y la liturgia, contemplando y poseyendo a Dios eternamente, y por lo tanto como viva participación a la Realeza de Cristo.

Ella manifiesta su potestad materna al lado de su Hijo. Ella es madre y reina, y la podemos imaginar dentro de los límites de la fantasía humana. Venerada como soberana por los ángeles y los santos, auxilio de los hombres y mediadora de Gracia delante del trono de Dios.

La oración que más refleja a María Reina, es la ‘Salve o Reina’. Fue escrita a inicios de la Edad Media, quizás por una persona con discapacitada llamada Hermann von Reichenau, llamado ‘el deforme’.

Durante algún tiempo fue atribuida a Bernardo de Claraval; ahora se sabe que éste sólo añadió la invocación final: O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria ; también se ha atribuido al obispo de Compostela Pedro de Mezonzo, al de Le Puy-en-Velay Ademar de Monteil, al monje alemán Hermann von Reichenau, e incluso al obispo legendario de Segovia San Jeroteo.

Los cistercienses, los dominicos y los franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias (en especial en la liturgia de las horas). En 1250 Gregorio IX la aprobó y prescribió que se cantara al final del rezo de las Completas. Los monjes la cantaban antes de dormir y los monjes de la orden de Predicadores la recitaban en procesión con velas encendidas.

Diversos autores cristianos han elaborado comentarios para esta oración; entre ellos destacan: Bernardo de Claraval, Anselmo de Lucca, Pedro Canisio, Francisco Coster y Alfonso María de Ligorio.

La gran variedad de representaciones de la Virgen y la devoción existente en cada lugar donde se venera ha generado la creación de una “Salve” particular según la advocación del lugar.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.

Dios te salve.

A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén

 

Se trata originalmente de una secuencia con rima en el sonido “e”, aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores

Texto en latín:

Salve, Regina, Mater misericordiae.
Vita, dulcedo et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevae.
Ad te suspiramus gementes et flentes in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte; et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
Ut digni efficiamur promissionibus Christi. Amen.

Ahora se sabe que San Bernardo sólo añadió la invocación final: O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria (que introduce una pareja de versos con rima en “ia”);

5:44:00 a.m.

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