Paraguay celebra la beatificación de su primera beata

(InfoCatólica) El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, proclamó beata a María Felicia Giuggiari Echeverría «Chiquitunga», en una Misa celebrada en el estadio Nueva Olla del club Cerro Porteño en Asunción, a la que asistieron más de 40.000 fieles.

Luego de la lectura de la biografía de Chiquitunga, el Cardenal leyó la carta apostólica en latín con la que, en nombre del Papa Francisco, declaró beata a la religiosa carmelita, la primera de Paraguay.

María Felicia de Jesús Sacramentado fue declarada beata de la Iglesia Católica en un rito que se inició a las 16:42 minutos, con el pedido del arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela, quien solicitó al papa Francisco la inscripción como beata de María Felicia en los libros de la Iglesia.

Seguidamente, el postulador de la causa, el fray Romano Gambalunga leyó la biografía de ella, y después, el cardenal Angelo Amato –emisario de Su Santidad– leyó en latín el decreto del papa Francisco que confirma el nombramiento.

En ese momento, se fue deslizando lentamente la tela blanca que cubría el gran cuadro que estaba a la izquierda del presbiterio y se descubrió la deslumbrante mirada y sonrisa de Chiquitunga, inmortalizada en un retrato hecho de rosarios por Delfín Roque «Koki» Ruiz y su equipo. En la imagen se plasmó la fórmula que ella creó, a modo de fórmula química, para entregarse a Dios: T2OS (Todo te ofrezco Señor). Apenas se descubrió el retrato, el público la recibió con una ovación y un cerrado aplauso.

Tras la lectura del decreto, se presentó la reliquia de la beata contenido en una urna: el cerebro incorrupto de Chiquitunga que fue llevado hasta el altar por dos religiosas, acompañadas de Ángel Ramón Duarte, el joven protagonista del milagro que ha permitido la beatificación.

Antes de pronunciar su homilía, el Cardenal saludó a todos los asistentes a la Misa de parte del Papa Francisco: «Él les recuerda siempre con cariño les hace llegar su bendición», dijo.

Homilía del cardenal Amato

Al iniciar su homilía, el Cardenal recordó que en 1988 San Juan Pablo II recordó a San Roque González de Santa Cruz, que fundó las famosas reducciones de Paraguay, «conocidas y apreciadas en todo el mundo como modelos de evangelización y de formación social y cultural del pueblo guaraní».

María Felicia de Jesús Sacramentado, continuó el Prefecto, «es una gran figura de joven generosa y alegre en vivir integralmente su bautismo y su consagración religiosa a la luz de la gracia de Dios y el servicio al prójimo».

«Era una persona que respondía 100% a la llamada de su bautismo. Su fe era sólida, vida y operante. Los testigos hablan de una fe inmensa, convencida, expansiva, que se manifestaba diariamente en su obediencia, en su exquisita caridad y en el pedir perdón por los errores propios y de los demás».

La lectura del Nuevo Testamento, continuó el purpurado, «fue el arma de su apostolado. Cuando ingresó al convento regaló a todas sus hermanas una copia de los cuatro evangelios». «Siempre rezaba por la santificación de los sacerdotes. En su última enfermedad ofreció sus sufrimientos por ellos», añadió.

Chiquitunga renunció al amor humano para entregarse completamente a Jesús. «Todo te ofrezco, Señor», fue «su programa de vida, desde cuando era joven hasta su muerte».

Chiquitunga, que era llamada así por su pequeña estatura, quería «ofrecer la vida por el Señor, también incluso derramando su sangre en el martirio». En efecto, en un tiempo de graves turbulencias sociopolíticas, decía que estaba lista a morir por la fe. «De este amor a Dios brotaba una gran caridad fraterna, hecha de acogida, comprensión y perdón».

El Cardenal Amato resaltó que en la Acción Católica o en el convento carmelita, Chiquitunga «estaba siempre disponible para colaborar, ayudar, para la concordia». Por su disposición para ayudar a los ancianos, pobres y enfermos, «algunos testigos la comparan con la Madre Teresa de Calcuta».

El Prefecto también resaltó que la religiosa carmelita fue «un verdadero ángel benefactor, que se acercaba a las almas cansadas y los cuerpos heridos para ofrecerles el don de un sincero compartir humano».

La misma generosidad la mostró en el convento. «Su caridad hacia las hermanas necesitadas fue verdaderamente heroica, o como dice una hermana, ‘exagerada’». De hecho, «perdonaba prontamente y siempre a quienes las maltrataban. Conquistaba a todas con su paciencia sonriente». «Después de su muerte, las hermanas más críticas fueron las primeras en llorar y en testimoniar su caridad heroica», subrayó.

«La nueva beata alienta a la juventud paraguaya a permanecer siempre fieles al amor de Jesús y a siempre servir a los más necesitados», concluyó el Cardenal.

El milagro que permitió la beatificación

El joven de 15 años participó en la Misa junto a su familia. Duarte nació en agosto de 2002, prácticamente muerto en un modesto centro hospitalario del interior de Paraguay en 2002. Nació sin respirar, el equipo de oxigeno explotó y fueron a buscar otro. Cuando pasaron más de 20 minutos, intentaron reanimarlo de manera natural y sintieron que había un latido en el cordón umbilical. Entonces, «la obstetra vio esa escena. El niño era hijo de padres muy pobres, sordomudos los dos. Ella se encomendó a Chiquitunga y pidió que viviera para que los padres no sufrieran un dolor más. Pidió, rezó para que el niño viviera. Los teólogos del Vaticano dijeron que era imposible que el niño no tuviera secuelas», añadió el postulador de la causa. «Este 15 de agosto cumplirá 16 años y goza de muy buena salud», concluyó el postulador.

Breve biografía

María Felicia Guggiari Echeverría nació en Villarrica el 12 de enero de 1925. Desde los 14 años se dedicó intensamente a la oración y al apostolado en la Acción Católica de Paraguay.

En ese periodo impartió la catequesis a niños, jóvenes trabajadores, universitarios con problemas, pobres, enfermos y ancianos.

El 14 de agosto de 1955, con 30 años de edad, respondió al llamado de Dios e ingresó a la vida contemplativa en la Orden de las Carmelitas Descalzas. Pasó a llamarse María Felicia de Jesús Sacramentado.

A los 34 años contrajo hepatitis y el 28 de marzo de 1959, un domingo de Pascua, falleció.

Las últimas palabras de la Chiquitunga fueron: «Papito querido, ¡qué feliz soy! ¡Qué grande es la religión católica! ¡Qué dicha el encuentro con mi Jesús! ¡Soy muy feliz!, y «Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!».

En 2010 fue declarada venerable por Benedicto XVI.

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