Papa Francisco: «No tiréis nunca la comida que sobra»



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Qué valor que tienen con este calor que hace en la Plaza! El Evangelio de hoy (Jn 6,1-15) presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Al ver a la gran multitud que lo había seguido cerca del lago de Tiberíades, Jesús se dirigió al apóstol Felipe y le preguntó: «¿Dónde podemos comprar pan para que ellos tengan comida?» (V. 5). De hecho, el poco dinero que poseen Jesús y los apóstoles no es suficiente para alimentar a esa multitud. Y he aquí que Andrés, otro de los Doce, lleva ante Jesús a un muchacho que le proporciona todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero ciertamente- dice Andrés – no es casi nada para toda esa multitud (v. 9) ¡Bravo este muchacho! Valiente.

Él también vio a la multitud y vio sus cinco panes. Él dice: «Tengo esto: si sirve, estoy a vuestra disposición». Este muchacho nos hace pensar … Ese coraje …ese valor.. Los jóvenes son así, tienen coraje. Debemos ayudarlos para que lleven adelante este valor. Sin embargo, Jesús les ordena a los discípulos que hagan que la gente se siente en el suelo, luego toma esos panes y esos peces, le da gracias al Padre y los distribuye (v. 11), y todos pueden comer hasta la saciedad. Todos comieron lo que querían.

Con este pasaje del Evangelio, la liturgia nos lleva a no apartar la mirada de aquel Jesús que, el domingo pasado, en el Evangelio de Marcos, viendo «una gran multitud, tuvo compasión de ellos» (6:34). Incluso ese muchacho de los cinco panes ha comprendido la situación de esa pobre gente, «yo tengo esto», la compasión, la compasión lo llevó a ofrecer lo que tenía.

De hecho, hoy Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús involucra a sus discípulos para que su hambre sea saciada. Este es el hecho concreto. Jesús no se limitó a dar esto a la muchedumbre, sino que ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, finalmente su vida, pero ciertamente también hizo esto: se ocupó de la comida para el cuerpo.

Y nosotros, sus discípulos, no podemos hacer como quién no quiere la cosa. Solo escuchando las más sencillas peticiones de la gente y estando al lado de sus situaciones existenciales concretas, se puede escuchar cuando se habla de valores más elevados. El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz y, sobre todo, de su gracia divina, nunca falla. Jesús sigue dando de comer también hoy, sigue haciéndose presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros.

Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y a ser laboriosos, como ese muchacho que se da cuenta de que tiene cinco panes y dice: «Doy esto, después se verá …». Ante el grito de hambre -todo tipo de «hambre» – de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos permanecer distantes y tranquilos espectadores. La proclamación de Cristo, pan de la vida eterna, exige un compromiso generoso de solidaridad con los pobres, los débiles, los últimos, y los indefensos. Esta acción de proximidad y caridad es la mejor verificación de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario.

Luego, al final del relato, Jesús, cuando todos estaban satisfechos, les dijo a los discípulos que recogieran los pedazos que habían sobrado para que nada se perdiera. Y me gustaría proponeros esta frase de Jesús: «Recoge los pedazos que han sobrado para que nada se desperdicie», (v. 12). Pienso en personas que tienen hambre y cuánta comida que sobra tiramos … Cada uno de nosotros debe pensar: la comida que sobra en el almuerzo, en la cena, ¿a dónde va? En mi casa, ¿qué se hace con el almuerzo, con la comida que sobra, ¿se tira? No. Si tienes esta costumbre, te aconsejo que hables con tus abuelos que han conocido el periodo posterior a la guerra, que te digan lo que hacían con el pan que sobraba. No tiréis nunca la comida que sobra. Se prepara o se da, jamás tirar el pan que sobra. Es un consejo y un examen de conciencia: ¿qué haces en casa con la comida que sobra? Recemos a la Virgen María, para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarollo, a la alimentación, a la solidaridad y no a los del odio, los armamentos y la guerra.

Después de la bendición

Y no olvidéis dos cosas: una imagen y una pregunta. El icono del valiente joven que da lo poco tiene para saciar a una gran muchedumbre. Tened valor, siempre. Y la frase, que es una pregunta, un examen de conciencia: ¿qué haces en casa con la comida que sobra? ¡Gracias!

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