En una tercera carta Mons. Viganò responde al Card. Ouellet



(Agencias/InfoCatólica) El Arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos, publicó tercera carta abierta sobre el escándalo de abusos sexuales que rodea al Arzobispo Emérito de Washington y ExCardenal Theodore McCarrick fechada el 19 de octubre, fiesta de los Mártires de América del Norte.

La misiva, en forma de «carta abierta», y publicada en el blog del periodista italiano Tossati, es una respuesta a la también «carta abierta» del Cardenal Ouellet, en la que reprendía a Mons. Viganò pero reconocía que se ordenó a McCarrick una vida de oración y penitencia, aunque no eran propiamente «sanciones formalmente impuestas».

En esa carta del 7 de octubre, el Prefecto de la Congregación para los Obispos, Card. Ouellet, respondía las acusaciones de Mons. Viganò y negaba que el Papa Francisco supiera sobre las supuestas sanciones que habría impuesto Benedicto XVI a McCarrick.

El Cardenal Ouellet aseguraba que la acusación realizada por el exnuncio contra el Papa «me resulta increíble e inverosímil desde todo punto de vista»

Y respecto a los hechos, Ouellet incidía en que:

«Vamos a abordar los hechos. Usted dijo que el 23 de junio de 2013 le proporcionó al papa Francisco información sobre McCarrick en una audiencia que le concedió, como también hizo con muchos representantes pontificios con quienes se reunió por primera vez ese día. Puedo imaginarme la cantidad de información verbal y escrita que se le proporcionó al Santo Padre en esa ocasión sobre tantas personas y situaciones. Dudo mucho que el Papa tuviera tanto interés en McCarrick como usted quisiera que creamos, dado que para ese entonces era un arzobispo emérito de 82 años que había estado sin ocupar un rol durante siete años. Además, las instrucciones escritas que le dio la Congregación para los Obispos al comienzo de su misión en 2001 no dijeron nada acerca de McCarrick, excepto por lo que le mencioné verbalmente sobre su situación como Obispo emérito y ciertas condiciones y restricciones que debía seguir a causa de algunos rumores sobre su conducta pasada.

Desde el 30 de junio de 2010, cuando me convertí en Prefecto de la Congregación para los Obispos, nunca presenté en audiencia el caso de McCarrick al Papa Benedicto XVI o al Papa Francisco, hasta hace poco, después de su despido del Colegio de Cardenales. Se pidió al ex cardenal, retirado en mayo de 2006, que no viajara ni hiciera apariciones públicas para evitar nuevos rumores sobre él. Es falso, por lo tanto, presentar esas medidas como «sanciones» formalmente impuestas por el Papa Benedicto XVI y luego invalidadas por el Papa Francisco. Después de una revisión de los archivos, encuentro que no hay documentos firmados por ninguno de los dos papas al respecto, y que no hay notas de las audiencias de mi predecesor, el cardenal Giovanni-Battista Re, que impongan al arzobispo retirado la obligación de llevar una vida callada y privada, con las condiciones normalmente reservadas a las penas canónicas. La razón es que en aquel entonces, a diferencia de hoy, no había pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. Así, la decisión de la Congregación se inspiró en la prudencia, y las cartas de mi predecesor y de mis propias cartas lo instaron, primero a través del Nuncio Pietro Sambi Apostólico y luego a través de usted, a llevar una vida de oración y penitencia, por su propio bien y para El bien de la Iglesia. Su caso hubiera merecido nuevas medidas disciplinarias si la Nunciatura en Washington, o cualquier otra fuente, nos hubiera proporcionado información reciente y definitiva sobre su comportamiento. Soy de la opinión de que, por respeto a las víctimas y dada la necesidad de justicia, la investigación actualmente en curso en los Estados Unidos y en la Curia romana debería proporcionar un estudio exhaustivo y crítico de los procedimientos y las circunstancias de este caso doloroso para evitar que algo como esto suceda en el futuro».

Para el Cardenal, las cartas de Mons. Viganò forman parte de «un montaje político que no tiene un fundamento real para incriminar al Papa, y afirmo que eso hiere profundamente la comunión de la Iglesia».

En esta tercera carta, el exnuncio señaló que la respuesta del Cardenal Ouellet «me confirma en mi decisión y, aún más, sirve para reivindicar mis afirmaciones, por separado y en conjunto».

De acuerdo a Mons. Viganò, el Cardenal Ouellet le da la razón en que «habló conmigo sobre la situación de McCarrick antes de que yo partiera hacia Washington para comenzar mi puesto como nuncio», y que «me comunicó por escrito las condiciones y restricciones impuestas a McCarrick por el Papa Benedicto».

Según el exnuncio, el Prefecto de la Congregación para los Obispos le dio la razón en su carta sobre la existencia de restricciones que prohibían a McCarrick «viajar o hacer apariciones públicas».

Además, «el Cardenal Ouellet admite que la Congregación para los Obispos, por escrito, primero a través del nuncio (Pietro) Sambi y luego otra vez a través mí, exigió a McCarrick llevar una vida de oración y penitencia».

Mons. Viganò señaló además que si bien las medidas que habrían sido decretadas por Benedicto XVI «no fueron técnicamente ‘sanciones’, sino provisiones, ‘condiciones y restricciones’», esta diferencia es «puro legalismo», pues «desde un punto de vista pastoral son exactamente lo mismo». Se reafirma en sus acusaciones:

«En resumen, que el cardenal Ouellet admite las importantes afirmaciones que hice y que mantengo, y niega afirmaciones que nunca he hecho».

El arzobispo italiano comenta sobre los «rumores» que había sobre McCarrick que no lo eran tanto:

«Hay un punto que debo refutar totalmente de las afirmaciones de Ouellet. Según él, la Santa Sede sólo estaba al tanto de rumores, lo cual no era motivo suficiente para justificar medidas disciplinarias contra McCarrick. Afirmo en contrario que la Santa Sede tenía conocimiento de una serie de hechos concretos y que está en posesión de pruebas documentales, así como que a pesar de ello los responsables optaron por no intervenir o bien se les impidió hacerlo: las compensaciones pagadas por las archidiócesis de Newark y Metuchen a las víctimas de los abusos sexuales de McCarrick, las cartas del P. Ramsey, las de los nuncios Montalvo en 2000, Sambi en 2006 y el Dr. Sippe en 2008, mis dos notas a los superiores de la Secretaría de Estado pormenorizando las alegaciones contra McCarrick… ¿todo eso son rumores? Es correspondencia oficial, no se trata de chismes de sacristía. Los delitos de los que se informa son muy graves, incluido el de intentar dar la absolución sacramental a cómplices de actos perversos, con la subsiguiente celebración sacrílega de la Misa. Los documentos mencionados especifican la identidad de los culpables y de sus protectores, así como el orden cronológico de los hechos. Se guardan en los archivos correspondientes; no hace falta ninguna investigación extraordinaria para obtenerlos.»

El exnuncio lamenta asímismo en su carta la falta de referencia a las víctimas en la carta del Cardenal y que «denunciar la corrupción homosexual y la cobardía moral que permite que florezca no es recibido con felicitaciones en nuestros tiempos, ni siquiera de las altas esferas de la Iglesia».

«No me sorprende que al llamar la atención sobre estas plagas yo sea acusado de deslealtad hacia el Santo Padre y de fomentar una rebelión abierta y escandalosa».

«Sin embargo, la rebelión implicaría instar a otros a derrocar al papado. No estoy instando a tal cosa. Rezo todos los días por el Papa Francisco», aseguró. «Le estoy pidiendo, de hecho rogando fervientemente, al Santo Padre que haga frente a los compromisos que él mismo asumió al asumir su cargo como sucesor de Pedro».

«Él tomó sobre sí la misión de confirmar a sus hermanos y guiar a todas las almas en seguir a Cristo, en combate espiritual, en el camino de la cruz. Déjenlo admitir sus errores, arrepentirse, mostrar su voluntad de seguir el mandato dado a Pedro y, una vez convertido, déjenlo confirmar a sus hermanos», dijo.

Al finalizar su carta, Mons. Viganò hizo nuevamente un llamado a «mis hermanos obispos y sacerdotes que saben que mis declaraciones son verdaderas y que pueden testificarlo, o que tienen acceso a documentos que pueden poner el asunto más allá de toda duda».

Si deciden hablar, aseguró, «pueden confiar en Aquel que nos dijo ‘la verdad los hará libres’».

Texto de la tercera carta de Viganò, en inglés.

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